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Se mudó a Japón para trabajar y fue descuartizada por un millonario

Buscando un futuro mejor, la joven británica decidió instalarse en Tokio en el 2000. De un día para el otro, su familia dejó de tener noticias sobre ella y se encendieron todas las alarmas.

Mundo08 de julio de 2024Guadalupe MonteroGuadalupe Montero
SociedadLucie

Luces en cada esquina, edificios que rozaban las nubes y una cultura totalmente diferente. Así se mostraba Tokio en los 2000 para Lucie Blackman, una joven británica de 21 años que soñaba con vivir una experiencia distinta. Para ella, vivir en Japón era la oportunidad de salir de un pueblo de menos de 30.000 habitantes y descubrir el mundo. Sin embargo, el día en que tomó su vuelo, fue la última vez que su familia y amigos la vieron con vida.

Después de más de 200 días de su desaparición, los restos desmembrados del cuerpo de Lucie fueron encontrados en el interior de una cueva ubicada en la costa de Miura, Kanagawa. El principal sospechoso del crimen era un empresario japonés millonario que tenía muchas propiedades en localidades cercanas a Tokio y que solía visitar con frecuencia el bar en el que trabajaba la chica asesinada.

Tras una serie de allanamientos, la Policía Metropolitana de Tokio no sólo descubrió pruebas firmes que lo señalaban como el presunto culpable. También encontraron pistas que daban cuenta de que había drogado y abusado de más de 400 víctimas. Para las cuales, al día de hoy, no hubo justicia.

Vivir en Japón

Lucie Jane Blackman nació el el 1 de septiembre de 1978 en el pueblo de Sevenoaks, en el condado de Kent, en Inglaterra. Desde chica, siempre fue muy inquieta y aventurera, por eso cuando cumplió la edad suficiente, comenzó a trabajar como azafata en British Airways, un trabajo que le permitía viajar y conocer diferentes destinos.

Sin embargo, esa experiencia no le alcanzó para su personalidad ambiciosa. Ella necesitaba algo más grande: vivir en Japón.

En el 2000, la joven decidió instalarse en Tokio, una ciudad que para ella significaba una cultura diferente. Pese a ello, las cosas no salieron cómo esperaba ya que no logró conseguir trabajo rápidamente y tuvo que aceptar un puesto como anfitriona en un bar llamado Casablanca en Roppongi, uno de los distritos de lujo.

El puesto de anfitriona era bastante común entre las mujeres japonesas y las extranjeras, ya que era un empleo fácil de conseguir y que permitía generar ingresos de forma rápida. El mismo consistía en recibir a los clientes, ofrecerles tragos y charlar con ellos. Además, las chicas también podían ofrecer el servicio de citas dohan, que se basaba en tener una cita con un hombre y luego llevarlo al bar, sin tener que llevar a cabo alguna la actividad sexual.

En junio de ese mismo año, Lucie tuvo el último contacto con su papá, Timothy Blackman, a quien llamó para contarle que le estaba yendo bien y que estaba emocionada por la experiencia que estaba viviendo. Tres semanas más tarde, el rastro se perdió.

Desaparecida

Lucie Blackman fue vista por última vez el 1 de julio del 2000 en el bar Casablanca donde trabajaba. Luego de tres días sin saber de ella, su padre denunció su desaparición a la Policía Metropolitana de Tokio.

Rápidamente, el caso llamó la atención de los medios locales y se barajaron diferentes teorías. Por un lado, se planteaba la posibilidad de que hubiera sido secuestrada por un culto religioso, mientras que, por otro, se decía que podría haber sido captada por una red de trata de personas y trasladada a la ciudad de Hong Kong en barco. Lo cierto era que aún no había ninguna prueba contundente que conduciera a afirmar o no cualquiera de las hipótesis.

A once días de iniciada la búsqueda, el padre de Blackman llegó a Tokio junto a Sophie, la hermana de Lucie, para seguir de cerca la investigación. Su estrategia fue hablar con la prensa de manera constante para evitar que el caso quedara en el olvido. Los rumores que corrían en ese entonces apuntaban a que como la joven era extranjera, la policía no iniciaría una investigación.

A medida que pasaban las semanas, no había rastros que dieran una pista sobre el paradero de Blackman. Sin embargo, en ese momento, se abrió una investigación paralela por una serie de denuncias que llamaron la atención de la Policía: se trataba del testimonio de un grupo de mujeres que trabajaban como anfitrionas en bares similares al Casablanca y que afirmaban haber sido drogadas y abusadas sexualmente.

Según sus relatos, que coincidieron en muchos puntos, un japonés millonario las invitaba a cenar en un lugar aislado y, horas más tarde, se despertaban con una sensación de incomodidad en el cuerpo. Muchas de ellas aseguraron que, al despertar, terminaban vomitando o sufrían un ardor en la zona genital. Por este motivo, a pesar de que no tenían recuerdo alguno de lo que les había pasado, las víctimas inferían que las habían violado.

A esta instancia, los investigadores llegaron a la conclusión de que había un depredador sexual suelto y que, probablemente, podría relacionarse con la desaparición de la joven Lucie.

La misteriosa muerte de Carita Ridgway

A más de 50 días de la búsqueda, la Policía comenzó a investigar el caso de una chica llamada Jessie que había ocurrido tres años antes de la desaparición de Lucie. Ella había llegado a Tokio desde Australia y había comenzado a trabajar como anfitriona en un bar. Según la denuncia que presentó ante las autoridades, un hombre que la había invitado a salir, la drogó y la abusó sexualmente. Pese a ello, el caso no fue investigado y la víctima terminó regresando a su país.

Entre los datos de interés que se presentaban en su expediente, se detallaba la existencia de un cuaderno en el que anotaba a sus clientes, por lo que la Policía japonesa ordenó que el elemento se enviara a Tokio con la esperanza de encontrar algún rastro del criminal.

Una vez que inspeccionaron la libreta, descubrieron que el presunto culpable se llamaba Yuji Honda, aunque luego de revisar los registros se dieron cuenta de que se trataba de una identidad falsa. A pesar de ello, encontraron la primera prueba firme que los acercaba a la verdad: su número de teléfono había mantenido un llamado con el celular de Lucie Blackman.

Luego de una serie de averiguaciones, los investigadores tenían un nombre en la mira: se trataba de Joji Obara, el dueño de una agencia inmobiliaria que contaba con muchas propiedades y que había heredado una fortuna de su padre. En su historial, la Policía descubrió que había sido detenido en Wakayama por disfrazarse de mujer y meterse a un baño para filmar a jóvenes en secreto.

La foto de Obara fue expuesta entre las imágenes de 100 sospechosos más, aunque las mujeres que habían denunciado no tenían dudas. Por esta razón, a más de 100 días de la desaparición de Lucie, el hombre fue detenido por la Justicia, no por el caso de la joven británica, sino por las víctimas de abuso sexual.

A falta de pruebas que incriminaran al empresario en el caso de Blackman, los investigadores allanaron todas sus propiedades, donde encontraron cantidades abundantes de alcohol, drogas y cloroformo. En este momento, se estimaba que, con esta última sustancia, adormecía a sus víctimas para luego abusar de ellas.

Sin embargo, en este punto, la investigación dio un giro aterrador: en uno de los departamentos de Obara, la Policía secuestró más de 400 cintas de video en las que el millonario japonés registraba sus actos de violación. Pese a ello, ninguna de ellas contenía imágenes que probaran que Lucie había sido otra de sus víctimas.

Por otra parte, otro caso llamó la atención en ese momento. Carita Ridgway era una joven de 21 años que había desaparecido ocho años antes que Lucie. Ella había viajado a Japón y también había comenzado a trabajar como anfitriona. Un día, fue abandonada inconsciente en un hospital por un hombre que dijo que se había intoxicado con comida. En ese entonces, los médicos no entendían por qué sus órganos habían dejado de funcionar a la vez.

Después de una semana internada, Carita murió. La Policía no investigó más sobre el tema y no ordenó una autopsia, aunque sí guardaron una muestra de su hígado.

Luego de la detención de Obara, hicieron una prueba con el órgano de Ridgway y descubrieron que había dado positivo con cloroformo. En este sentido, los investigadores tenían una prueba que fortalecía sus hipótesis y, además de la sospechas del secuestro de Lucie, le sumaron el cargo por el homicidio de Carita.

El hallazgo

El 9 de febrero de 2001, ya habían pasado 223 días desde el último rastro de Lucie Blackman. Ese día sería llegaría a su fin de una incansable búsqueda.

Para ese momento, los investigadores realizaron una reconstrucción de los hechos y estimaron que la joven británica había sido asesinada durante la noche del 1 de julio, es decir la fecha en la que se la vio por última vez. Además, creían que en los días posteriores, Joji Obara había trasladado su cuerpo a otra de las propiedades que tenía en Aburatsubo Bay, ubicada en la península de Miura, en Kanagawa.

Según esta hipótesis, Obara descuartizó a Lucie y escondió su cuerpo en algún terreno cercano, ya que, de acuerdo a las pericias realizadas en sus gastos personales, descubrieron que, en los días previos, había comprado una motosierra, cemento y una carpa portátil.

En este sentido, en la mañana del 9 de febrero, se desplegó un rastrillaje en la costa de Miura, una zona en la que había muchas cuevas. Luego de inspeccionar varias de ellas, los investigadores encontraron algo espeluzante: bajo un montón de arena, había una bañera dada vuelta, lugar en el que hallaron los restos de una mujer en el interior de una bolsa arpillera. Posteriormente, los forenses constataron que se trataba de Lucie Blackman debido a sus registros dentales.

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